domingo, 24 de mayo de 2009

La guadaña invisible

No era precisamente la forma que el Soldado hubiera escogido para morir, pero el caso es que estaba a punto de estarlo. No le sorprendía: él solito se lo había buscado... demasiadas miradas malintencionadas a esa chica de aquel pueblo habían hecho que la figura de la guadaña le echara un vistazo cada cinco de sus minutos infinitos.
Quizás si se hubiera dignado a oir además de a intuir hubiera sabido que el soldado, aunque mal-mirón, tenía motivos para vivir.

De hecho, se dio cuenta a medida de que la discusión avanzaba, de que el cordón de su vida peligraba tanto como puede peligrar la estabilidad de un trabajo temporal.

La muerte iba al tipo correspondiente, desde luego, ese fin, cuando supo que no era el momento. Uno de esos mensajes enviados por cierta divinidad que hasta la muerte le daba repelús.

-Mierda - pronunció la parca a la vez que una bala salía silbando en dirección al soldado, un estruendo al ser disparada directamente a la cabeza.

La guadaña invisible trazó un arco imposible para parar la bala en una de las mayores acrobacias que la huesuda figura de negro había realizado jamás, y eso que practicaba en sus ratos libres.

El mafioso que había disparado se quedó atónito, más que nada porque no había fallado jamás un tiro tan claro y tan a bocajarro, aunque la realidad era que el afilado instrumento de agricultura utilizado por la protagonista había desviado la trayectoria.

- No me pagan por salvar vidas... ¡su puta madre! - Y segó el hilo de la vida del mafioso, esta vez sí, con un giro de guadaña algo menos complejo nacido de su fustración. Al fin y al cabo estaba bien instruída y ese era su trabajo: un golpecito, y una vida que dejaba de molestar al fin a un alma.

La banda del mafioso llegó a la conclusión de que el corazón de su mejor tirador no había soportado que fallara un disparo tan fácil en dirección al que le tiraba los trastos a su chica.

Así es la vida, y así es la muerte. Es lo que tiene.

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